miércoles, 12 de mayo de 2010

Con permiso de lo absurdo

El 23 de septiembre de 1973 muere Pablo Neruda. Tan sólo dos semanas
después del golpe militar que acabaría con la democracia en Chile. En Abril de 1974
se publica “El libro de las preguntas” uno de los múltiples libros póstumos del poeta.
El tema predominante en este conjunto de libros es la muerte, pero, en palabras
de Osvaldo Rodríguez, “el tratamiento de la muerte en la poesía póstuma de
Neruda es, elíptico, figurado, encubierto simbólica y metafóricamente como expresión
del enigma impenetrable de la existencia humana que nace para morir.”
En “el libro de las preguntas” Neruda nos sorprende con cuestiones heterogéneas,
un poemario compuesto por dísticos eneasilabos con orientación autorreflexiva,
donde la importancia de la respuesta se disuelve en la interrogante del absurdo de la
existencia humana, que se proyecta al infinito.
El conjunto de chistes, paradojas, greguerías, adivinanzas y reflexiones en apariencia
intrascedentes, tejen una rica red de imágenes que nos sirven como fuente de inspiración
estética.

Tras la selección de una serie de preguntas del libro y a modo de juego
condicional, se le ofrece a los autores la participación en el proyecto. Cada autor y
de forma azarosa recibe un sobre en el que se encuentran del orden de cuatro a seis
dísticos de los contenidos en el poemario. Los autores realizaran un proyecto visual
inspirados en una de las preguntas recibidas.

El interrogante se manifiesta anticipadamente en forma de imagen en movimiento invitándonos a ser partícipes del desamor de la primavera, Santi González se plantea el engaño como si de una lluvia de inocencia se tratara. La adolescencia viene de la mano de Teresa Correa; el juego de la infancia perdida, el nido vacío, la muerte que constantemente nos acecha, un viaje iniciático que nos baila a través de sus imágenes. El sentimiento de pérdida y ausencia es insinuado sutilmente en las imágenes traslúcidas proyectadas en papel de arroz de Monique Hoffman, acercándonos metafóricamente a sus desconocidos orígenes. El infinito se reinventa una y otra vez en lugares anónimos, vacíos, donde Saro Acosta sugiere la presencia humana dentro de la ausencia. Alfonso Elvira, entre tanto nos seduce a través de las palabras, texto e imagen comparten un mismo espacio, enfrentados y aniquilados de mano de la naturaleza. Naturaleza que a su vez se hace presente en la fábula de Esopo que redescubre Dácil Granados, llevándonos mágica y oníricamente a su particular mundo de ensueño; ensombrecido tan sólo, por la presencia de ese lado oscuro y siniestro que nos deja Marcos Cabrera, un autorretrato hiriente donde la introspección nos conmueve, haciéndonos partícipes del interrogante del absurdo de la existencia humana. 

Con permiso de lo absurdo, es mi primera experiencia como curador junto con Raquel Zenker Castro, la exposición puede ser visitada en la Casa de Colón de Las Palmas de Gran Canaria hasta el 13 de Junio. Puedes obtener mas información en en su blog

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