lunes, 14 de marzo de 2011

¿Cómo llegaste allí?

©Teresa Correa

Elsewhere es el título de la exposición que mañana 15 de Marzo inaugurará Teresa Correa en la galería Bom Gallery de Seoul (Korea).
Os confesaré que mi admiración sobre el trabajo de Teresa Correa  surgió cuando comencé a preguntarme por qué quería yo hacer fotografías. Al descubrir como ella devuelve a la vida los restos arqueológicos de sentimientos enterrados o  nostalgías petrificadas, transitando por la senda de la memoria; todo ello cambió un día cuando me aproximé a sus ojos de niña curiosa y descubrí a la persona que encierra en su mirada. Esa admiración se ha transfigurado en una amistad inquebrantáble, de confesiones y largas conversaciones regadas de té, cafés y fotos.
Me siento muy afortunado de haber sido testigo de ver como crecía "Elsewhere" y de pertenecer desde una de las múltiples líneas de fuga a este bello proyecto.
A continuación os dejo el texto que he escrito para la exposición y que formará parte del catálogo de la misma.




¿CÓMO LLEGASTE ALLÍ?


Pero resulta que es perfectamente imaginable que toda esta grandiosidad desaparezca de golpe.
¿Dónde está entonces la rebeldía? Dónde? ¿Dónde?
Donde está todo, junto con la resignación, con Dios y su voluntad.

Libro de los muertos
Elias Canetti


Por más que lo intento no llego a comprender. ¿Cómo llegaste allí?

No lo sé

¿Cómo no lo vas a saber?

De verdad que no lo se.

Pero si siempre hemos encontrado esos lugares juntos...

Lo sé

¿Entonces?

No sabría responder. De repente me encontraba allí. En aquel lugar. Rodeado de soledad. Tan sólo el aire me parecía cálido, casi asfixiante, tórrido. Me encontraba allí y no en cualquier otro sitio y aún así, a pesar de todo, era plenamente consciente de que me encontraba solo. Y aunque tú estabas conmigo tu influencia hacía mucho tiempo que había desaparecido de mi lado, tan solo tu cadáver me acompañaba. Ya no podía sentir tu peso, no conseguía observar en tu interior, era imposible activar tus mecanismos. Me habías dejado solo.

Eso no es verdad. Yo nunca te dejaría solo.


Pero así fue.

No, no admito lo que dices. Nos sentimos solos cuando no importamos de la manera que querríamos importar a aquellos que nos importan. Y tu a mi....

Solo recuerdo estar sujetando tú cuerpo. Tú no formabas parte de nada. Era yo. Me encontraba en aquel lugar, aislado. Pero no me sentía abandonado. Estaba solo y eso lo adoptaba sin oposición. No sentía una carga. Quería estar solo y decidí que tú no estarías conmigo. Mi avance fue lento. Inocente. Algo infantil incluso. Las hordas de la angustia poblaban aquel progreso, cada paso, cada huella impresa sobre el polvo que mis pies pisaban. ¿Aquí no hay nada? me preguntaba una y otra vez. Buscaba, ordenaba el mundo con la mirada. Líneas, planos, volumen, textura. La angustia tiene aquí el mismo significado que el que encierra la melancolía, cuando la libertad, está a punto de alcanzarse a sí misma en el sentido más profundo. Y deseaba esa libertad.

¿Y la conseguiste?

Creo que no, ya que aún me lo sigo cuestionando
 
Entonces que me quieres decir con todo esto


Es más sencillo de lo que parece.

No consigo entenderte


Recuerdas aquel viaje que emprendimos una tarde de sombras alargadas. El sol no quería desaparecer por el horizonte y pintaba el suelo con líneas oscuras, desordenadas y amorfas. Las texturas eran expresionistas, sinceras, al borde del capricho. Recuerdas la suave ladera que se elevaba tan sólo unos metros más allá de donde me hiciste parar. Dibujaba un cráter en miniatura. Cerca de nosotros unas piedras y a lo lejos, en el centro un risco vertical. Invoco aquel momento y me veo allí, desde lejos, sujetándote suavemente, escuchando tu susurro en mi oído.-Espera sólo un segundo más, ves como entra aquella nube en el encuadre, como se mueve lentamente dejando su aliento sobre las piedras- Yo respetaba tus normas en silencio. Esperaba. Ponía mis dedos sobre tú cuerpo, dejaba que fueras tú quien me mostrara lo que se encontraba delante de nosotros. “Un segundo más”, me repetía mientras te sujetaba. Aguardaba una señal que se produciría  como un impulso eléctrico, recorrería todo mi cuerpo y llegaría a la punta de los dedos.
Fueron los mejores años, formábamos parte el uno del otro,  prácticamente cohesionados, casi fundidos.  Emprendimos muchos viajes a lugares insólitos, buscando seres mitológicos, dioses de otro tiempo, improntas geológicas. Encontramos dragones que miraban al mar, cuevas edificadas con ramas, barcos que navegaban en la inmensidad de un océano de sedimentos pétreos, un elefante telúrico cuyo corazón era un hogar, el árbol sin ramas del desierto, un helecho gigante que vivía al lado de una piscina de piedras, aquel diafragma abandonado, el camino que nos adentraba en el inquietante oasis poblado por gatos o el gigante cuya genuflexión no le dejo volver a adquirir la vertical.  Lentamente me fui descubriendo en la soledad de aquellos lugares, como un ser insignificante, disfrutando del silencio que sólo tu protesta momentánea era capaz de perturbar.

Mis palabras instantáneas eran la única forma de recordar aquel momento.


Soy totalmente consciente de ello, aún así fui olvidando tu presencia, discutiendo tus decisiones con respeto. Entendiendo tú génesis como arma de la conciencia.
Eras tú la única capaz de conseguirlo. Registrabas mis pensamientos con precisión notarial. Te necesitaba a mi lado, pero no eras tú quien construías aquellas observaciones. Tiernamente fui usándote, entregando mis terrenos de arrogancia, equilibrando los espacios de deseo. Ese equilibrio fue revelándome poder.  Quería edificar nuevas utopías fallidas, zonas de silencio, descampados de significado.
Utilizaba tus planos como base para la conquista, luego llegaba la oscuridad con tus entrañas desparramadas en el agua roja. En ese lugar el poder se magnificaba y el significado se transfiguraba en símbolo. El sentimiento de lo sublime se apoderaba de mi interior y el silencio caminaba con descaro.

Te intentaba entregar lo que me pedías, capturar nuestras experiencias, apropiarnos bélicamente del paisaje. Quería ser parte de tu percepción.


Y lo conseguimos. Se fue depositando un sedimento que construía mi mirada, generando paisaje a cada paso. Descubriendo anacronismo, relatando efemérides, defendiendo causas perdidas de antemano. Observamos hazañas gloriosas y atrocidades indecibles. Vivimos vidas diversas, fuimos esclavos y reos, señores y marqueses, investigadores y oficiales, vagabundos y aventureros. Pero me di cuenta que nuestros tiempos son distintos. Todo ello se fue reflejando cuando llegue a ese lugar. Al cruzar su frontera, atravesando el quicio de su límite. Nuevamente un sentimiento de angustia moró en mi interior. “¿Acaso tendré tiempo para concluir lo empezado?”.


©Jose Juan Torres de León, 2011

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